Han pasado unas cuantas semanas desde mi último texto relacionado
a lo que aún ocurre en mi país luego del paso de los huracanes Irma y María.
Sin embargo, lo que ha estado pasando en Puerto Rico, particularmente dentro
del sistema de gobernanza, dan ganas de llorar.
Empecemos con las intenciones del actual gobernador de
Puerto Rico, Ricardo Rosselló por privatizar la Autoridad de Energía Eléctrica
(AEE). Debemos entender que esta movida política no es nueva pues es un
conflicto que lleva años dentro de las aulas del capitolio. Sin embargo, el
querer anunciar un mensaje al pueblo puertorriqueño con ésta intención en vez
de brindar un informe de progreso contundente sobre el estado de recuperación
de país; simplemente demuestra las verdaderas prioridades que tiene nuestra
clase política.
Segundo, las famosas escuelas chárter. A tan solo semanas de
que Rosselló haya anunciado los planes de privatizar la AEE, éste brinda otro
mensaje en el que anuncia la implementación de las escuelas chárter y los vales
educativos. De nuevo, estas movidas no son totalmente innovadoras pues las
escuelas chárter es un modelo educativo implementado en varias instituciones
escolares en Estados Unidos con resultados académicos y repercusiones
económicas diversas. Pero los llamados vales educativos fue una medida que se
quiso implementar para la década de los 90 cuyo caso llegó al Tribunal Supremo
de Puerto Rico; obteniendo como resultado el que fuera declarado
inconstitucional.
Tampoco olvidemos el pan fiscal que fue sometido a la Junta
para su aprobación y que justamente el mismo día en que se anunciaron la implementación
de la nueva Reforma Educativa, la junta rechazó el plan, destacando un sin
número de errores y violaciones a la Ley PROMESA.
¿Qué tenemos aquí? Un gobierno que no sabe lo que hace. Este
país tiene que mejorar, pero no se puede hacer mientras sigamos echándole la
culpa a un partido u a otro. Tenemos que empezar desde adentro, olvidarnos del “ay
bendito”, ese del que nos agarrábamos para que todos en el aula federal nos cogieran
pena. Se acabó. Hay que enrollarse las mangas, ajustarse los pantalones y
meterle mano al asunto si no queremos que las futuras generaciones sufran las
consecuencias.
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