Siguen pasando los días y yo sigo con mi horario ajetreado. Voy de tarima en tarima haciendo la misma presentación con mi humilde y pequeño instrumento de cuerdas.
Mi audiencia sigue siendo la misma que de hace un par de meses atrás. Pero hoy siento algo raro. Mi audiencia ya no se emociona al verme y sus ademanes ya no son tan fuertes como antes. ¿Tendré que cambiar mi horario? ¿Mi rutina?
La cantidad de vino que tomaba al final de cada espectáculo ha mermado. Lo mismo ocurre con la calidad del producto. Lo siento más grasiento que antes. Es un sabor casi sintético. ¿Será por toda esa comida que habrá llegado por medio de donaciones? Si es así, por lo menos ha llegado algo. Es mejor eso que nada.
Lo más extraño de todo son las ahora inexistentes reacciones del público. ¡Ya no hablan de mi presentación! No lo entiendo. ¿Será que se habrán acostumbrado?
Miro mi instrumento. Tal vez sea tiempo de improvisar algo en esta nueva presentación. De lo contrario volveré a caer y ya nadie querrá escuchar mi "Ñii...ñii...ñiii".
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