Tuvo que irse todo. La radio que de vez en cuando escuchabas, el chorreante sonido del grifo, las declaraciones alarmantes de la televisión...
Hasta el pitido de las notificaciones se fueron a pique. Ni siquiera se tuvo misericordia con el "ring", tradicional o moderno de las llamadas telefónicas. Solo quedó el ruido esporádico de una que otra planta eléctrica que opaca mi presencia por unas cuántas horas. O hasta que el diésel se acabe.
Pero eso no me importó pues gracias al zumbido del viento y a las lluvias espontáneas, pude preparar con mi violín el clásico repertorio. Esa poesía que muchos conocen bien.
Llegó el momento. Es mi tiempo de brillar a pesar de lo diminuta que es mi sinfonía. Es hora de viajar a ese orificio forzado a agudizarse en medio del silencio. Aquél dónde mi audiencia espera con recelo, disgusto o sin sorpresa alguna, el comienzo de mi tonada.
Solo pediré a cambio un poco de vino, pues de algo tendré que vivir. Y si el producto es muy bueno, es posible que les de un regalo a cambio.
Ahora, nunca olviden que siempre estuve, estoy y estaré para ustedes. María pudo haberles quitado todo. Su casa, ropa, auto, electricidad, comida, agua...
Pero nunca, nunca les quitará ese famoso, monótono, exitante y aveces ensordecedor...
"Ñiiii...ñiiiii....ñiiiiiiii"
A menos que muera en medio de mi presentación.
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