Música.
Para mí es la expresión de los sentimientos más puros que el se humano puede tener. Amor, miedo, furia, soledad, llanto... son algunas de las cosas que pueden fácilmente ser expresadas a través de uno o varios tonos, sonidos, melodías.
La música ha existido desde siempre, incluso desde mucho antes que nosotros empezáramos a llamarle por términos. Si, el afán del ser humano de ponerle un nombre a aquello que le es desconocido. Esa es la naturaleza, nuestra naturaleza.
Incluso comenzamos a amaestrarla. A ponerle números, tiempos, notas, letras y ritmos que poco a poco fueron adueñándose de cada una de las entrañas, de nuestros deseos, de nuestro ser. Algunos la dominan con sutileza, otros con movimientos rudos y algunos...quizás unos pocos con una combinación de los dos.
¿Pero porqué existe esa intención de dominarla? ¿De saber cómo emplearla, de hacer el simple quita y pon de ambas cosas? Simple. La música es ese filtro que nos diluye e intenta ayudarnos a entender lo que con el simple uso de la razón le es inexplicable al cerebro humano. Es la expresión del más allá, de esa luz que se encuentra en nuestro interior y que nos guía en el camino de la vida. Esa es la luz muda y gritona que nos impulsa a ser lo que somos y a creer que podemos hacer lo imposible.
Esa luz se manifiesta en aquello que nosotros llamamos "música".
¿Por qué? Porque es así. Es su naturaleza y su razón de ser la que nos cautivó y motivó a buscar las maneras de dominarla sin lastimar su esencia. Porque así se expresa y así nos da vida. Lo hace de miles maneras y aunque originalmente lo hace una o un pequeño grupo de personas, halla la forma de encontrarse a sí misma en los demás.
Esa es la música, una expresión que con su razón y su lenguaje muestra miles formas; pero al mismo tiempo conserva una sola esencia.
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